Después de 13 años, Mercosur y Unión Europea se preparan para negociar un acuerdo.
La Cámara de Industria y Comercio del Mercosur y Américas está enfocada en superar los obstáculos que en el pasado suspendieron las negociaciones en 2004 y que aún persisten. Ayer, por ejemplo, la Unión Europea cuestionó a Brasil en la OMC por sus políticas que dificultan la entrada de importaciones, pero asegura que esto no afectará la reanudación de las negociaciones. Aunque Brasil y Europa están viviendo un nuevo momento, será necesario convencer a Argentina. No es casualidad que en las últimas semanas tanto Brasil como la Unión Europea hayan mostrado su disposición a llegar a un acuerdo “a cualquier costo”, dejando así de lado el proteccionismo del gobierno de Kirchner. En un discurso la semana pasada, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dejó en claro cuál es el obstáculo para alcanzar un acuerdo: “Algunos países del Mercosur no están a favor, pero Brasil quiere un acuerdo. Nuestros amigos del Mercosur deben decidir si quieren avanzar juntos o si prefieren ir por separado”.
Pero, ¿qué ha sucedido en los últimos años para que ambas partes cambien de opinión respecto a un acuerdo de libre comercio? En el caso de Brasil, el antiguo temor de que la industria nacional se debilitara ha sido reemplazado por la preocupación ante el relativo aislamiento comercial en el que se encuentra el país. La proporción del comercio internacional en relación al PIB en Brasil es actualmente la más baja entre los países del Mercosur. La diferencia entre Brasil y Argentina en este aspecto es que Brasil, tras analizar los números, ha concluido que el proteccionismo ya no vale la pena.
La Federación de Industrias de São Paulo, que apoya el acuerdo comercial, afirma que la liberalización del comercio de bienes entre ambos bloques podría aumentar las exportaciones brasileñas a Europa en un 12%. Al menos 10 de los 25 sectores económicos nacionales tendrían un superávit.
Según Mário Marconini, director de Negociaciones Internacionales de Fiesp, las posibles pérdidas serían compensadas de otras formas: “Lo que ha cambiado es que en Brasil hay una mayor conciencia sobre la necesidad de insertarse en el mundo. El sector empresarial está preocupado porque ve muchas cosas sucediendo en el resto del mundo y nosotros estamos fuera de esas cadenas globales de valor. Todo el mundo sabe que la apertura traerá costos para algunos sectores, pero también saben que la mayor parte del comercio actual se basa en insumos, un tipo de comercio que aumenta la competitividad de los países”. Marconini lamenta, sin embargo, la censura de la Unión Europea hacia Brasil en la OMC: “Hubiera sido mejor una conversación bilateral más discreta. No creo que haya sido un buen plan”.
En el lado europeo, el obstáculo histórico que impedía que países como Francia aceptaran el acuerdo solía ser la agricultura. Sin embargo, en tiempos de austeridad, los enormes subsidios a la agricultura local ya no son tan atractivos. Además, la promesa de reducir el precio de los alimentos al importarlos de América Latina suena como música a los oídos de los políticos en busca de popularidad en tiempos de crisis. Para completar, ahora tenemos la tan comentada nueva clase media brasileña en el tablero. Un estudio de la Comisión Europea de 2011 demostró que las pérdidas que Europa tendría en la agricultura serían ampliamente compensadas con las exportaciones industriales al Mercosur, que podrían aumentar hasta un 105% según la estimación más optimista.
El profesor de Economía Internacional de la Unicamp, Fernando Sarti, afirma que el cambio de postura de la Unión Europea en cuanto a la agricultura será decisivo: “Esto se basa en una nueva realidad que es la crisis fiscal que ha dificultado el mantenimiento de la estructura de subsidios: en esta crisis hay una oportunidad para pensar en nuevos acuerdos. Si no se ofrecen avances concretos para América del Sur en este aspecto, no veo cómo avanzar”.